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Cómo alcanzar nuestra plenitud como personas

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El hombre tiene algo de creador y de pequeño dios. Pero el concepto de “hombre” es demasiado general. Quizás si miramos a nuestro alrededor veremos que somos muy distintos a nuestros hermanos, a nuestros padres, a nuestros vecinos, a nuestros amigos… Cada uno de nosotros somos únicos, pero compartimos ciertas “piezas” con los demás, y al final terminamos por ser algo así como si fuésemos muñequitos de esos creados con piezas de Lego, en donde cada uno somos muñecos distintos a los demás, pero que compartimos piezas comunes aunque dispuestas de forma y en lugares distintos.

Por lo general, los humanos nos dejamos guiar por influencias. A veces hay choques de influencias, y resulta que las sociedades se dividen en opiniones enfrentadas en cuanto a un mismo tema. No todo hombre es creador de influencias y de cosas creativas. Se habla de la regla del 1, 10, 100, que quiere decir que el 100% de la población es consumidor de productos creativos (sea música, libros, programas informáticos, ideas políticas…), el 10% es creador ocasional, o sea, sólo 1 de cada 10 personas hace de vez en cuando una canción, un blog, un libro, un programa en Java de gestión, crea una ideología política, participa activamente en foros de opinión…, y el 1% es creador habitual, o sea, diariamente o casi diariamente le dedica tiempo a hacer algo creativo. Este panorama del 1, 10, 100 tiene consecuencias en la visión del hombre inmediatas: la mayoría de nosotros nos dejamos arrastrar por influencias, sean de un lado, o sean de otro; sean positivas, o sean negativas. Pero no existe un libre albedrío que nos hace crear a cada uno de nosotros, un mundo propio y único. Eso solo sería posible si el 100% de nosotros fuésemos creadores. No es así, por lo que hay una tremenda guerra mediática de lucha por el poder y por el control de la gente, intentando inculcarle a la gente unos gustos concretos, una ideología, un “sentido común” concreto, intentando que la gente consuma nuestro producto o nuestra cosa creativa.

Cómo alcanzar nuestra plenitud como personas

pippalou

Como vemos, la “voluntad” no existe. O bueno, no es que no exista la voluntad: es que no es libre. ¿Podría alguien que transita por un desierto pasar al lado de un oasis con un pozo de agua y decidir “libremente” no beber del pozo y no quedarse a descansar en el oasis? Aún así, hay autores que creen que la voluntad si existe, y la voluntad correspondería con la capacidad creativa del hombre, pero esto tiene el problema de que pocos hombres son creadores, como hemos visto arriba. ¿Podríamos crear una sociedad en donde el número de creadores aumentase, a base de una educación estimulativa, científica, racional y creativa? En cualquier caso, nosotros pobres mortales podemos hacer el esfuerzo creativo de intentar crear nuestra propia vida, luchando contra la tiranía de lo fáctico y de la inutilidad de la voluntad en un mundo en donde parece que ya todas las cartas están dadas y la suerte está echada.

Se habla mucho últimamente de “voluntad”. Pero como digo, voluntad hay poca: lo que sí abunda es la relación causa-efecto. Por ejemplo, si yo construyo un gigante con pies de barro, es normal que ese gigante sea muy grande durante un tiempo… pero también es normal que toda la grandeza de ese gigante con pies de barro, termine por los suelos porque los gigantes no se pueden sustentar en pies de barro. Esto es relación causa-efecto: la causa de que el gigante cayera es que tenía los pies de barro; y el efecto de que el gigante tuviese los pies de barro es que el gigante cayó. Pero no existe la voluntad del gigante de caer. Simplemente el caer fue una relación causa-efecto de que el gigante tenía los pies de barro.

Y aún así, la voluntad existe. Los dioses son entidades teóricas (la física está también llena de entidades teóricas, aunque los nuevos medios hacen que esas entidades teóricas sean cada vez más visualizables) que tienen voluntad ya que crear conceptos desde la nada. Los hombres… comúnmente estamos demasiado alejados de los dioses, tanto que en vez de ver el mundo como una gran sucesión de relaciones causa-efecto, acudimos a ver voluntad y a “deseos nacionales” y a voluntades populares para explicar ciertos fenómenos que realmente son explicables en términos de causa y efecto. Los científicos hacen esto: explican el mundo en términos de causa y efecto; los charlatanes dicen que la gente tiene la voluntad de tal, o la voluntad de cual… Pero la mayoría de los humanos no tiene tanta voluntad y simplemente sus “elecciones” son simples relaciones de causa y efecto en sistemas complejos y supuestamente indeterminados.

¿Tenemos por tanto los hombres voluntad para hacer de nuestra vida una vida mejor? Depende, yo sería muy pesimista sobre el destino de los niños que nacen en el cercano país de Burkina Faso (cómo dice Cyriak en Youtube, “ninguna vaca sufrió daños al rodar este vídeo, pero sin embargo, somos pesimistas respecto a sus expectativas”). Con esto ya vemos que todo depende mucho de la suerte que tengamos al nacer (normalmente tampoco sabemos apreciar esta suerte, lo vemos buen en nuestra amada España, en donde casi todo el mundo que puede vende al quien sea o se deja sobornar o roba fondos públicos para prosperar ellos aunque sea a costa de robar en las entrañas del país que te dio una oportunidad de tener una buena vida, y no una vida miserable como te hubiese dado Burkina Faso). Pero nosotros que somos más o menos nacidos en países ricos, ¿tenemos voluntad para mejorar nuestra vida? Sí, sin duda, y verdaderamente nuestra capacidad como hombres, nuestra capacidad de trabajo, nuestra inteligencia aplicada, nuestra capacidad de lucha por lo que queremos… es voluntad, si no pura, sí al menos voluntad y no mera sucesión de causa y efecto.

Y por supuesto que nosotros que tenemos algo, aunque sea poquito, de voluntad, podemos usar eso para mejorar nuestra vida. Comúnmente crear un yo propio es algo que nos lleva años, años de trabajo, de estudio, de mejoras… Madurar es un proceso que lleva tiempo, a veces más y a veces menos. Los que sí es seguro es que la mayoría de nosotros evolucionamos y pasamos por una serie de fases. En este proceso, se trata de ir creando la mejor versión de nosotros mismos. Nos iremos convirtiendo en seres sociales poco a poco. Y en este proceso de alcanzar nuestro cenit en nuestras capacidades, no se trata de ser el mejor, ni de ser el más guay, ni de ser el más popular, ni el más famoso, ni el que más gusta al sexo contrario, ni el que más dinero tiene… Todo eso son mitos que no vienen de la voluntad, si no es mera relación causa-efecto en la sociedad de la Corporación Dermoestética y de los sobres de Bárcenas. Una lección fundamental que tenemos que aprender para escapar del fantasma fáctico de la causa y el efecto es que no es nuestro objetivo ser el mejor: nuestro objetivo es alcanzar nuestro yo más elevado. Pero no hay que gustar a todo el mundo. Si pretendemos eso al final no gustaremos a nadie, y lo que es peor: no nos gustaremos a nosotros mismos (algo que te da muuucha fuerza). A mí me gusta mucho el grupo de rock “Héroes del Silencio”. Mucha gente tiene a este grupo como su grupo de rock preferido. Pero otros muchos, incluyendo roqueros, no les gusta… ¿Deberían haber modificado su estilo los Héroes, incluyendo dentro de ellos algo de Techno, algo de Jazz, algo de Hard Rock, algo de Heavy… para así gustar a todo el mundo? Rotundamente no, porque este grupo tiene su público y es a ellos a quien tiene que gustar, desinteresándose de si no gusta a todo el mundo.

A pesar de nuestro giro aparentemente relativista, sí que hay ciertas normas generales y ciertos gustos comunes. Precisamente uno de los secretos que tuvo Héroes del Silencio para triunfar hasta puntos enormes, es que ellos descubrieron uno de los grande secretos del universo: el equilibrio. No sé por qué, pero nos tienden a gustar (y tienden a tener éxito) las personas que están en equilibrio entre distintos extremos: introversión-extroversión; amabilidad-dureza; emocionalidad-carnalidad… Incluso se cree haber descubierto el gran secreto de los rostros atractivos: serian rostros intermedios en una determinada población, o sea, una nariz intermedia, unas facciones intermedias, una boca intermedia… Esta es una buena lección para la vida: no seas demasiado extravagante ni demasiado correcto, porque en el camino medio está probabilísticamente el éxito.

Con todo se trata de hacer de nosotros algo interesante y nuestra mejor versión, y a la vez, eso debe de ser algo más o menos neutral, ni demasiado “radical”, ni un “meapilas” de esos que antes salían por Intereconomía hasta que la cerraron por deudas. De este modo, nunca conseguiremos gustar a todo el mundo, pero sí tendremos un público amplio y eso significa una vida social más plena y más feliz. 

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